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El dilema de Vizcarra

¿El fujimorismo lo dejará gobernar?

El dilema de Vizcarra

La crisis política no ha terminado. Fuerza Popular ya tiene la cabeza del expresidente Pedro Pablo Kuczynski (PPK) pero no la banda presidencial. Entre este primer objetivo y el segundo entra Martín Vizcarra a Palacio de Gobierno.

Parecería un poco ingenuo esperar a priori que Fuerza Popular deje de ser obstruccionista por más que haya respaldado públicamente (¿de la boca para afuera?) la sucesión constitucional que colocará a Vizcarra en el sillón presidencial.

No se puede pasar por alto que antes de eso Fuerza Popular censuró o forzó la renuncia de cuatro ministros (incluido el propio Vizcarra) y negó la confianza a un gabinete en lo poco que duró el gobierno de PPK. No se retrajo tras haber perdido la vacancia a finales del año pasado. Siguió su estrategia confrontacional, incluso con un Alberto Fujimori libre. Con esa mayoría parlamentaria deberá asumir Vizcarra su gobierno.

Renuncia PPK y asume Vizcarra: ¿cuáles son los escenarios legales de una sucesión presidencial?

Que el gobierno de Vizcarra sortee la crisis política no depende sólo de él. Una actitud colaborativa del Congreso y, en particular de Fuerza Popular, es determinante para lograrlo. Varios representantes del Congreso resaltaron la falta de autocrítica en el mensaje de renuncia de PPK (al punto que hubo quienes la argumentaron para proponer no aceptar la renuncia y vacarlo, iniciativa que felizmente no prosperó). Pero el Congreso incurre en una falta de autocrítica aun peor, pues no reconoce su —esencial— participación en la nefasta crisis política que nos ha llevado a este desenlace. Y si no reconoce sus culpas, ¿cómo podríamos esperar que cambie su conducta? Y si no la cambia ¿por qué esperar que Vizcarra termine mejor que PPK?

El problema es que Vizcarra está en una posición similar a la de un chofer de reemplazo de un auto chocado. Entrará a liderar un gobierno que se destartaló, se deslegitimó y perdió el poco apoyo que tenía en el Congreso (incluso de aquellos congresistas no alineados exoficialistas) y de la clase tecnocrática en la que se pusieron todas las esperanzas. La reconstrucción de la legitimidad gubernamental no se dará inmediatamente, si acaso se logra. La gobernabilidad —como analistas políticos y económicos han sugerido en los últimos días— tampoco está cantada: el fujimorismo puede todavía seguir siendo obstruccionista y, además, Vizcarra no tiene un sustento en el Congreso. Los propios congresistas disidentes de Fuerza Popular, que salvaron a PPK de la vacancia del 2017, ya quedaron desacreditados. Contra algunos de ellos ya hay un proceso de desafuero por los ‘kenjivideos’ por una supuesta compra de votos para evitar la vacancia de PPK.

Hay estrategias que Vizcarra puede aprovechar para evitar la continuación del bullying congresal. La primera es prepararse y prever una situación de continuidad obstruccionista desde el fujimorismo. En ese escenario, tendrá que enfrentarse al fujimorismo cuando la situación lo amerite. Es un juego sutil: no puede entrar con la pierna en alto y ganarse la antipatía de Fuerza Popular, pero tampoco ser tibio como lo fue PPK. En efecto, recuérdese que él agachó la cabeza ante la injustificada censura del exministro de Educación Jaime Saavedra, en lugar de pedir una cuestión de confianza, como recomendó esta revista. Vizcarra no debe repetir ese tipo de error: no puede sacrificar un solo ministro ante los caprichos de ningún grupo congresal.

Esta posibilidad, sin embargo, se ve limitada con el zarpazo que le dio el Congreso recientemente al equilibrio de poderes con la nueva reglamentación de la moción de censura y la cuestión de confianza, que impide la última figura para evitar un acto de control político o el bloqueo de una ley. El fallo del TC —donde ya se elevó un recurso en contra de esta medida del Congreso— deberá revertir cuanto antes semejante desnaturalización del equilibrio de poderes. Antes de eso, Vizcarra podría negociar con el Congreso que dé marcha atrás en ese despropósito como condición para asumir el cargo.

Mientras tanto, a Vizcarra bien le vendrá su mayor ‘muñeca’ política. Hacer política, lo que le faltó a PPK en todo su mandato, será clave para que Vizcarra pueda ganar un poco de gobernabilidad. También puede aprovechar que de la renuncia forzada de PPK el fujimorismo sale debilitado (a diferencia de lo que sugiere el triunfalismo autista de algunos de sus voceros). Fuerza Popular (o, mejor dicho, el keikismo) queda como más autoritario y prepotente. Es hoy un partido menos numeroso y sumido en una batalla familiar, elementos que podrían jugar en favor del nuevo presidente.

Pero antes de estas estrategias el primer paso es que las principales fuerzas políticas reconozcan que de esta situación nadie sale ganando. De una crisis como la actual se emerge con un empuje en común: un Ejecutivo y un Legislativo remando en la misma dirección. Ha llegado el momento de poner en práctica lo mejor de quienes tienen el poder de sacar al Perú de esta situación. Hasta ahora, ello no parece estar sucediendo. 

Fuente: SEMANA Económica 

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